Se conocieron un sábado a la noche. Elvira tenía una copa encima mientras que Augusto portaba algunos tragos de más. Los dos salieron aquella noche para acompañar a unos amigos: los dos salieron distraídos sin mucha intención. Después que sus compañeros entablaran el diálogo en la barra que todos compartían, volvieron sus miradas errantes hacia los ojos del otro. Lo pensaron por un instante y empezaron a charlar. De los otros se olvidaron y se animaron a bailar. Con la madrugada llegó el primer beso y la invitación para algo más. Tomados de la mano partieron juntos a desayunar. Querían seguir compartiendo historias y escribir una más. Para la hora del té, ella propuso un pacto de treinta días, ni uno más. En caso de que él aceptara, el lunes debía confirmar. Augusto pensó la propuesta, compromiso no andaba buscando pero, ella dejó bien en claro que el día treinta y uno ellos volverían a ser dos extraños. Le llamó ...
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