Atragantarse
Recuerdo la primera vez
que me dijiste “Te quiero”,
yo quería corresponderte,
lo decía por dentro
mientras más palabras se atoraban
sin poder sonar,
sin poder salir.
Sólo mi mano seguía acariciándote
y la respiración evitaba que la noten,
solamente los dedos dibujaban
las caricias en tu espalda,
mientras las palabras se callaban
sin poder volar,
sin poderse oír.
Hubiese querido que leas mi rostro,
desatases el nudo de mi garganta,
como descifrar las señales en mi rostro
mientras las palabras cobardes enmudecían
sin poder gritar,
sin poder vivir.
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