Mal querer

Fue hace mucho tiempo atrás. Con gran esfuerzo podría recordar cada detalle. Aunque quisiera evitarlo creo que fue algo así.
Era primavera, entre las sierras, sol y fresca brisa pude verle por primera vez. Como fue que de aquel instante llegué hasta el hoy, resulta muy largo de explicar. Más las secuelas, simples y efectivas, esas si te puedo contar.
Si notas melancolía en mis palabras, es que sin dudas las hay. Si notas nostalgia en mis ojos, no lo puedo manejar. Si escuchas que la respiración se entrecorta y el corazón palpita temeroso es porque sin duda aquel amor fue el más intenso de mi vida. Porque una noche, le entregue con un beso mi más profundo sentir, con una sonrisa afirmé su propuesta y con mi espíritu inocente me dejé llevar entregándome a su compañía.
Las ilusiones nacían, la esperanza crecía.
Lamentablemente la ingenua, en su trampa caía.
Aprendí tantas cosas como las que entregué.
Para empezar por lo bueno, desarrollé algún instinto, alcancé lo más alto que tiene el amar.
Por otro lado, me resigné, me perdí, todo lo di sin esperar, me dejé llevar por el soñador en un vuelo infinito, sin rumbo, sin ruta, sin algún buen final.
Y ahora no puedo sentir.
Como si existiera un hechizo.
Ya no encuentro salida.
Se esfumó hasta el más mínimo anhelo.
La persona ya no está pero, a veces, veo su fantasma... como si estuviera.
Estoy del otro lado, indefinidamente quizá, y no me acostumbro; sigo sin reconocerme en el espejo, en mi cama o en la canción.
Por momentos siento la felicidad acercándose, casi rozándome, casi ingresando pero rauda y veloz sale disparada en contraria dirección sin tener posibilidad de atraparla, retenerla y hacerla mía.
Sí, algo queda, el amargo trago de un desamor.

                                                  Fotografía: Bettina Dávalos

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