Corazones desechables

Cuenta una nueva historia que Juana tenía 33 años cuando lo conoció. Muy bonita ella, delgada y distinguida, en un pueblo de Córdoba nació.
Juan al menos una década mayor, nació en la capital; no muy alto, un reconocido profesional.
El destino los cruzó. Desconfiados, descreídos, tímidos latidos, lentamente una puerta se abrió.
Casi sin darse cuenta algo nuevo comenzó. Varios meses compartieron por las tardes y domingos, entre velas y caricias se deshojaban sin más prisas.
Temerosos del futuro, como saber cual pasado habrán caminado, no imaginaron, no calcularon, un hijo sería anunciado. Juana se hacía la tonta, “¿cómo esto pudo haber acontecido?”, más como ocultar el anhelo más deseado y postergado que finalmente con su amor se aproximaba. Pero Juan no pudo asimilarlo, o no quiso o no entendió que la vida más grande sería ahora, con un simple sí su eternidad crearía. Dijo que no faltaba amor, que no era un buen momento… será de esas razones que sólo los actores conocen y no pueden revelar.
El desenlace predecible, vino la separación, a pesar que el buen pronóstico inició la relación. Por lo tanto, al menos por ahora, los senderos se bifurcan, las almas se apartan, los recuerdos se atesoras, los sentires se adormecen.
El seguirá en la búsqueda, en la interminable conquista.
Ella más abatida, sin más creatividad, con su niño está en casa pues, la llave de su corazón escondió.

                                                           Pintura: Leandro Lamas

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