El camino del Fénix

Cuando nos cruzamos por primera vez me evadí. Mis ideas estaban en otra parte. Al pasar los días nos topamos de nuevo y le regalé una sonrisa. No había ningún interés, solamente fue de cortesía. Sin embargo, su mano segura tomó la mía y con los meses una chispa surgió y fue constante hasta aquel día en que llegué a amarlo sin límites aparentes; intuyo que en el inconsciente creí era la única manera de llevar lo nuestro hasta el cielo. Sentía que él deseaba lo mismo yo mientras le percibía a mi lado. Más repentinamente cambió de ruta, dándose la vuelta y cambiando el rumbo, eligiendo otra asociación, otro sentir, otras excusas.
Todavía no descifro la enseñanza entre lo vivido. Aún no hallé el para qué. No sé a donde mirar o que otras preguntas formular. No parece tener sentido para mí. Se ha quebrado mi corazón que casi vi saliendo de mi pecho a un descanso merecido y hacia un futuro incierto.
Tengo miedo de no volver a transitar una emoción, profunda y de calidad. Temo haber perdido mucho más que a un gran amor. Me estremezco ante la posibilidad de enclaustrarme entre lo superfluo y pasajero. En compañía de la resignación diviso un mañana inhóspito y ermitaño.
Quisiera cambiar el disco de mis sentimientos. Pasar del lento agonizar de mis recuerdos al vivo amanecer de renovadas ilusiones.
Debo recordar quien fui para entender quien soy. Habré de desentrañar mi temperamento para que pueda recorrerme otra vez.
Me ilustré en que las palabras más bellas pueden estar vacías si la mirada no las acompaña. Que todos los dulces susurros de la boca pueden ser el frágil cascarón de un pasatiempo. Y que hay caricias que no son agasajos sino sólo actos reflejos de una conciencia perturbada por el miedo y la duda, la falta de voluntad y compromiso, el menosprecio a los valores y deseos, la resignación del desertor a un buen destino.
Los mensajes más sublimes, las ambiciones más inocentes, los anhelos más perennes, todo se vuelve en contra, como el arma más letal y certera, todo se llena de sombras y dolor ante la felonía.
Después de todo, sé lo que valgo, sé a dónde voy.
Por momentos siento que pronto recordaré el plan que había trazado, que el tiempo para continuar se acerca. Una nueva etapa que se abre caminos sin miedos, donde no hay recelos, solamente la confianza de algo mucho mejor. Avizoro una seguridad fortalecida donde vuelvo a creer en mí. Y el rayo de sol me hará cosquillas de nuevo. Ahí, será mi renacer cómo el fénix, comenzando una y otra vez. Ahí, donde el límite se llama infinito.







Pintura de Leandro Lamas.

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