La que partió
Extraño
a la pobre ingenua que fui,
La
que se creía el cuento de cada infeliz.
La
que apostaba al mañana con tan sólo unas migas.
Quien
no escuchaba al reloj cuando le decía “él ya no vendrá”.
Aquella
llena de ilusiones y curaciones para el alma.
La
tonta, la buena, la que no sabía pedir
Y
que se conformaba con oír quince minutos
Cuestiones
superfluas e historias que jamás hablarían de sí.
Hecho
de menos la alcoba decorada para dos,
La
casa perfumada y en orden,
El
mantel nuevo y prolijo en la mesa.
Las
flores frescas en el ventanal.
Me
falta la confiada y generosa,
La
que no buscaba nada pero esperaba todo,
Esa
que entre espinas se entregaba a sentir
Aunque
en el fondo dudaba si se iba a repetir.
Se
ha marchado la hermosa, la fresca, la alegre,
La
que siempre dio sin nada recibir.
Quien
parecía de hierro y resultó de cristal.
La
que golpe a golpe pudieron quebrar.
Ella,
la soñadora, la enamorada de la vida,
Aquella
que defendía los bombones con forma de corazón,
Pero
que jamás recibió un corazón sincero.
Si,
ella, que se abrigaba del frío con la mañanita de su abuela.
Que
agradecía al sol por iluminar los pasos del que amaba.
Que
celebró mil y una historias
Pero,
que al amor aún no conoció.
Quisiera
volver a verla, a través de un espejo al menos,
O
a través de la línea percibir su voz,
Escucharla
reír, bailar, sucumbir
A
los brazos de un cuento donde coma perdiz,
Revivir
del encantamiento del siglo donde “yo soy sin ti”
Y
salir a cantar por la vida su razón de existir.
La
extraño, y se que está lejos.
Hasta
creo que es ella quien no quiere volver.
No
la culpo, siente que lo dio todo.
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