Atragantarse

Recuerdo la primera vez que me dijiste “Te quiero”, yo quería corresponderte, lo decía por dentro mientras más palabras se atoraban sin poder sonar, sin poder salir. Sólo mi mano seguía acariciándote y la respiración evitaba que la noten, solamente los dedos dibujaban las caricias en tu espalda, mientras las palabras se callaban sin poder volar, sin poderse oír. Hubiese querido que leas mi rostro, desatases el nudo de mi garganta, como descifrar las señales en mi rostro mientras las palabras cobardes enmudecían sin poder gritar, sin poder vivir.

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